Guardo un gran afecto hacia cuantos a lo largo de los años han querido descubrir conmigo los secretos de los tintes naturales, pero me emociona especialmente que algunos hayan encontrado en éstos el medio para su expresión artística. Maddalena es, sin duda, el mejor exponente de ello.
Cuando la conocí -¡hace veinte años quizá!- recuerdo que dibujaba en pequeños cuadernos íntimos, líneas y acuarela de una delicadeza que emanaba de su propia manera de ser.