Hace algunos años, una mujer joven quiso demostrarle afecto a su madre confeccionándole una falda de fiesta. Bordó con enorme dedicación y paciencia figuras complejas en punto de lomillo sobre muselina. La tradición de su pueblo dicta que el ruedo de la enagua luzca un diseño en rojo, y así lo hizo la hija abnegada. Su madre nunca la había tratado bien, pero la joven estaba decidida a hacer patente su amor incondicional. Sin romper el canon textil de su comunidad, ella se esforzó en lograr las puntadas más finas y la cenefa más ancha que podía lucir la prenda, como prueba de su devoción. Era el presente más significativo que una mujer podía ofrecerle a otra en ese rincón de México. El triste desenlace de la historia es que la madre rechazó el regalo y la hija quedó tan dolida que decidió entonces vender el testimonio de su cariño.