El textil oaxaqueño sobresale entre las artes visuales de los pueblos americanos por la diversidad de sus materiales, formas y diseños. En esta región montañosa, ecológicamente muy compleja, donde los grupos étnicos mayoritarios se denominan a sí mismos la ‘gente de las nubes’ y el ‘pueblo de la lluvia’, se han usado muchas clases de plantas, de animales y de minerales para obtener fibras y colorantes, probablemente en mayor número que en otras áreas del continente. De manera paralela, las estructuras del tejido parecen haberse diversificado más en Oaxaca que en otras zonas de México y de Centroamérica. Muchas de esas fibras, tintes y técnicas han dejado de usarse en los últimos cincuenta años. A la par de ellas se ha perdido una gran destreza manual y un repertorio muy amplio de diseños. La mayoría de los tejidos y bordados no se elaboraban para fines comerciales, sino para el uso de las personas que las hacían, tanto en los pueblos indígenas como en las comunidades negras y mestizas. Destinados a la vida doméstica y ritual de grupos diferenciados culturalmente, los huipiles y otras prendas conservaron rasgos iconográficos y estilísticos que evocan distintos periodos históricos. Junto con ellos se mantuvo viva en algunos pueblos una tradición narrativa que recrea el sentido de las figuras tejidas.