Cuando admiramos la indumentaria tradicional de diversas regiones de México y otros países, solemos enfocarnos en las prendas tejidas localmente. Nos llaman la atención las fibras procesadas a mano, al igual que los tintes extraídos de plantas y animales con los que convive determinado grupo humano. Muchas veces idealizamos los textiles artesanales como expresiones de un equilibrio saludable entre las comunidades preindustriales y su entorno natural.
Al centrarnos en las manufacturas locales, dejamos de observar que en la mayoría de los casos, la vestimenta de los pueblos originarios incorpora muchos materiales que provienen del mundo urbano. Esos hilos que conectan a una ciudad con las comunidades rurales a su alrededor han sido muy visibles en Oaxaca desde hace siglos.