La revolución industrial hizo crecer a la clase media en Europa y Norteamérica, un nuevo perfil de la población urbana que trajo consigo cambios culturales profundos. El incremento en los ingresos de un amplio sector de la ciudadanía en esos países propició que los viajes de placer se convirtieran en itinerarios redituables y multitudinarios a partir del siglo XIX. Los hoteles, restoranes y mercados de artesanías prosperaron de manera dramática una vez que adaptaron sus servicios a las preferencias del turismo de masas. Nuestro país siguió esa nueva vocación económica desde fechas tempranas.